A Hemingway no le gustaba su nombre.
A mí tampoco.
Por allá por la década del 20, cuando -si hemos de creerle a un escritor- Hemingway vivía en París y era muy pobre y muy feliz junto a Hadley (lo que no impidió que el maldito "fucking bastard" bastardo la abandonara con un hijo pequeño y cuando la cama todavìa estaba tibia, para ir a encamarse con otra; todo esto si continuamos en tren de creerle a un escritor, fucking bastard), en una oportunidad le apostó a unos tipos 10 dólares a que podía escribir un cuento íntegro en solamente seis palabras. Tuvieron que rendirse ante la evidencia y pagarle:
"Se venden zapatos de bebé. Sin uso."
(For sale: Baby shoes. Never worn.)
Sí. En castellano habría perdido.
(No faltará el traductor que salte diciendo, "vendo zapatos de bebé, sin usar", pero me gusta más como pasiva refleja, y si alguien tiene algún problema que hable conmigo. Además el blog es mío.)
Otra vez Hemingway andaba medio caído al litro y fue al baño. Pensó que estaba tirando la cadena del WC, pero era la cadena de un tragaluz que le cayó en la frente y le quedó una cicatriz para el resto de la vida.
Bebía para olvidarla.
Es viernes. Terminé de leer "París era una fiesta". No es cosa como para felicitarme, pero, a ver, ¿cuántos libros terminaste tú hoy?
Hora de un mojito a la salud de Hem.
Parece que "Hem" sí le gustaba.
2 comentarios:
Hemingway era un tipo, seguro, insoportable.
Tal vez no le gustaba por aquello de "The Importance of Being Earnest". Convengamos que HEM no era especialmente "earnest"
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