domingo, 28 de octubre de 2012

Inscripción automática, voto voluntario: ¿el triunfo del ciudadano zen?

Abondono un instante mi hermetismo sobre un lecho de rosas en un lugar paradisíaco, solo para preguntarles, ¿qué tal si los que se soban las manos pensando que los casi cinco millones de nuevos votantes van a ser agua de sus molinos y no harina de otro costal se quedan con el molde hecho?, ¿qué tal si decidimos suspender un derecho a voto que costó a mis congéneres sangre, sudor y lágrimas -y que, dicho sea de paso, hemos ejercido eligiendo a dictadores homófobos- mientras no ganemos lo mismo que nuestros adorados tormentos y nuestros cabros chicos puedan ir al colegio del barrio porque todos van a ser lo mismo?, ¿qué tal si en vez de gastar plata en ir a optar entre un payaso y otra que no tiene dedos pa'l piano, total ya está todo cocinado y huele a una mezcla entre coliflor y repollitos de bruselas, mejor me quedo en mi casita?, ¿qué tal si, como todos los días bregamos por llegar a la hora a nuestros trabajos de mieda -porque todos tenemos unos trabajos de mierda, lo que pasa es que tú te resistes a aceptarlo... La cosa es así: ¿andai vendiendo alguna pomá'?... entonces tenís un trabajo de mierda; y a cantarle a tu abuela)-, hoy no vamos a ninguna parte y nos hacemos unos arrrumacos a la hora de la siesta que, no sé tú, pero yo encuentro que es la mejor hora?
¿Eh?