sábado, 9 de abril de 2011

¿Cómo se llamaba el Código de Procedimiento Civil en la época de Andrés Bello?

Esa pregunta me la hizo me hija, y yo... yo... yo... ¡YO NO SUPE QUÉ RESPONDER!, ¿se dan cuenta?... ¡ES EL HORROR!... ¡No tuve respuesta!... ¡QUÉ CLASE DE MADRE SOY!
Después me contó que se llamaba Código de Enjuiciamiento, y ahí me quedé más tranquila porque ella sabía la respuesta. Se trataba simplemente de esas preguntas que hacen las hijas para desenorgullecerse de sus madres.
A continuación vino una amena plática acerca de lo espantoso del nombre Código de Enjuiciamiento; nombre que evoca a patibulos, cadalsos, guillotinas y muchedumbres enfervorecidas enarbolando piras ardiendo e instrumentos de labranza, y que nos remite a épocas de un pretérito lejano e imperfecto en que la barbarie se enseñoreaba en el alma de la gente; gente que era muy muy muy malvada, no como ahora.
Pero justo me acordé -ahhhhh, ¡maldita memoria!- que el otro día casi me da un infarto cuando, durante una discusión con mis alumnos más grandes (17 años, casi 18), la inmensa mayoría se mostró a favor de la pena de muerte... con sufrimiento. CON SUFRIMIENTO, ¿notan el detalle?... porque a las mujeres nos gustan los detalles, ¿se han fijado?... nos enomoramos de cualquier mierda por culpa de ¡¡LOS MALDITOS DETALLES!!, pero eso da para otra charla... otro día. Bueno, decía que mis niños, ésos que estoy educando, ésos por los que me levanto todos los días cuando aún es noche cerrada, ésos a los les hago unas presentaciones en Power Point bien bonitas para que aprendan, ésos, ésos mismos, resulta que no solo son partidarios de la pena de muerte, sino (que se pronuncia "sino"... no "sinó", como dicen todos), repito, los angelitos no solo son partidarios de la pena de muerte, sino que además tiene que ser CON SUFRIMIENTO. O sea, nada de inyección letal ni ninguna de esas paparruchadas, no, hagámosles un tajo en la panza y saquémosles las vísceras, o metámoslos en ácido sulfúrico, o disparémosles en partes no vitales y dejemoslos desangrarse lentamente hasta morir, o... no sé, no se me ocurren más maldades.
Lo espantoso es que estos jovencitos son los que van a estar trabajando para que yo no termine mis días bajo un puente.
Lo bueno es que yo no manejaba el concepto de pena de muerte "con sufrimiento", así que aprendí de mis alumnos, lo que está muy bien, me parece.
Antes que las cosas se pongan peor, mejor me voy a ver Río en 3D. Me voy hora mismo. Así me evado y de paso me consuelo por no haber ido a Río de Janeiro en las vacaciones. Tuve como un pálpito, una tincada, una corazonada de que algo iba a pasar. Y al final no se cayó ningún avión ni nada. Bah, casi nada.

Nota: escribo todo esto mientras el hijo de mi vecina está tocando, en un teclado, la música de El Padrino.
No, no, ahora la cosa se puso color de hormiga porque siguió con Another brick in the wall!!

Y encima le sale lindo, al muy desgraciado.

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