jueves, 23 de diciembre de 2010

Recuento 2010

Como yo sé que andan medio apurados, medio escasos de tiempo, medio a las carreras, no les voy a hacer un recuento de todo lo que me pasó este año, sino de esta semana nomás. Una semana en que pasaron cosas y capaz que la próxima no pase nada, así que cerramos acá.

LUNES 20/12
Se descompuso el control remoto del televisor.
Cualquiera al que le haya pasado sabe el drama que esto significa, así que no ahondaré en detalles.

MARTES 21/12
Conocí un pueblo fantasma.


 Con zombies.


 Con cosas que ya no hay. Como un envase de cigarrillos Liberty. Cigarrillos que están relacionados con mi más tierna infancia, porque eran los que fumaba mi papá. Después se tuvo que cambiar al Lucky sin filtro.


 Con Carlos, un guía que no era fantasma, así que no vivía en el pueblo, pero nació allí y sabe un montón de cosas interesantes que pasaron en el pueblo antes de que fuera fantasma, como "aquí estaba el Registro Civil", "aquí vivían los gringos", "allá vivían los empleados" o  "en estos camarotes, porque estos edificios se llamaban camarotes, vivían los solteros". Y también te manejaba bastante fechas como, por ejemplo, 1905 o 1974. Y además conocía palabras difíciles como lixiviación, porque no sólo era nacido y criado en el pueblo fantasma, además había trabajado en la mina que dio origen al pueblo fantasma, y sabía de procesos y ley y todo eso. Pero lo mejor era que contaba anécdotas en primera persona -adoro las anécdotas en primera persona- como "cuando era cabro chico, yo quería saber qué había al otro lado de ese cerro", y nos mostraba un farellón casi vertical de eeeeeeste porte, "hasta que un día me arranqué y fui, y a la vuelta me estaba esperando mi taita con una correa así de grande por haber hecho tira los zapatos". "¿Y qué había al otro lado?", le preguntó uno del grupo. "Más cerros", fue su lacónica respuesta. Y ahí nos quedamos todos callados, mirando el cerro un buen rato. Ustedes no se imaginan lo que cuesta tener a 30 adolescentes callados un buen rato y encima mirando un cerro pelado, así que yo pienso que Carlos tenía un Superpoder.
Además de un Superpoder tenía un poco de malas pulgas, porque si uno -por ejemplo yo- se quedaba atrás arreando adolescentes y se perdía una explicación, después cuando preguntaba -yo- lo que él ya había explicado, decía "eso ya lo expliqué". La primera vez te daba un poco de bronca -a mí- pero como a la tercera vez uno le encontraba toda la razón, porque en realidad es una lata andar explicando lo que uno ya explicó.
Así que ya saben. Si quieren conocer no digo cualquiera sino este pueblo fantasma en particular, yo les recomiendo que busquen a Carlos.
Es el que aparece ahí en la foto anterior.

 Bueno, lo demás eran casas...

 casas...


casas...

...y escaleras.


El pueblo fantasma se llama Sewell y, como ven, penan las ánimas.
Con decirles que ni turistas había.
Los fantasmas se los quedo debiendo porque mi cámara no los capta.


MIÉRCOLES 22/12
O sea, ayer: Fiesta de Navidad del Kinder.
En la Fiesta -hasta donde estuve- no ocurrió nada particularmente memorable, pero me salí antes y me fui a la cocina-comedor a prepararme un cafecito. Entonces pasó lo extraordinario. Estaba yo ahí, de pie esperando que hirviera el agua, cuando de pronto entra un tipo desconocido y bastante atractivo. La verdad, me sorprendió  bastante el asunto, porque si hay algo que caracteriza a mi lugar de trabajo es la ausencia de tipos atractivos. La cosa es que me quedo yo mirándolo con la secreta esperanza de que fuera una nueva contratación -porque desvincularon (viste que ahora a la gente no la echan. Ni siquiera la despiden. Ahora la desvinculan) a un montón de gente en mi trabajo. Quedó la tendalada. Y aparte sin alumnos es como colegio fantasma. Yo me salvé. Que digo me salvé, ¡me ofrecieron el trabajo soñado!... Si es que en todo este planeta existe un pobre diablo que sueñe con trabajo. Igual no me hago ilusiones porque la mayoría de las cosas soñadas después resulta que son ahí nomás-, entonces, recapitulemos: estaba yo mirando al atractivo desconocido, esperando que hirviera el agua para el café y pensando que quizás fuera una nueva contratación, pero -continuemos el relato- que lo más probable es que no lo fuera, porque los tipos atractivos eligen otras profesiones, como dentista, por ejemplo (porque mi  dentista es un churrazo), o modelo de ropa interior, no sé, y si por ventura había elegido la pedagogía, debía estar casado, o, peor todavía, separado; separado y con cuatro hijos, así que no le quedaba plata ni para comprar puchos, o... no pude seguir pensando. Me miró, sonrió y dijo "hola, soy Angelo". "Ahá", pensé; pensé y simultáneamente contesté "hola" (porque las mujeres podemos hacer varias cosas a la vez. Estudios lo demuestran). "Angelo es un nombre un poco rarito", pensé (claro, no se lo iba a decir. ¿Qué te crees? ¿Que soy una desubicada?), y mientras pensaba, mis ojos siguieron la trayectoria de, cof cof, Angelo, que se dirigía hacia un gran bolso oscuro que estaba sobre una silla, allá, bien al fondo, donde yo no lo había visto hasta entonces, y del que asomaba... antes de que mi cerebro alcanzara a decodificar los colores rojo y blanco, Angelo agregó, "...y soy el Viejo Pascuero".

JUEVES 23/12
Hoy.
Con mis colegas fuimos de paseo a una parcela con piscina en Pirque, pero no me bañé porque me da alergia el cloro.
Igual acabo de estornudar.

Además de no bañarme -y de ser objeto de picaduras de mosquito, que si hubiera sabido mejor me quedo en mi casa- develé una faceta desconocida de mi personalidad y me dediqué a ser instructora de salsa, con relativo éxito.

Yo soy así.
De menos a menos.

1 comentario:

aleida-g dijo...

Avise que Carlos es el que está paradito ahí al costado de la columna, como escondido. Ya estaba creyendo que el guía de ese pueblo era el Zombi !