El Señor hizo en mí maravillas, no obstante, he experimentado lapidarios cambios.
Ahora me hago la raya del peinado a la izquierda.
Cambié el celestito cagón del Belmont por el elegante rojo italiano del Viceroy corriente.
Dejé la Coca light por la Coca Cola dura.
Volví a la Radio Futuro.
Misma que oía en 1995.
Aunque los puristas dirán que técnicamente esto más que cambio es una regresión, pero me importa un rábano.
Sigo sin justificar la existencia del pulgar oponible.
O sea, sin celular.
¿Y el Nivel de Pelotudismo?
No, ése aún no presenta variación perceptible para el ojo humano.
Por ejemplo, hace dos días gasté $700 en El Loto Que Cambiaría Mi Vida Para Siempre (y la de ustedes también, ¿por qué no?... aaaaaah, ¿ahora me van a salir con que son ascetas...?).
Hoy, cuando quise revisar -y ahí tendríamos otro cambio: ahora reviso si me gané el Loto o no-, me di cuenta que había botado el papelito que te entregan con los números.
Y sujeto con un cosito magnético en la puerta del refrigerador estaba la hoja donde uno marca sus preferencias.
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