Me preguntó una niñita desconocida que jugaba en el jardín, cuando pasé -cansada, ofuscada, muerta de hambre, sed, calor y cargada de libros- frente a su casa.
No si a mí hasta las sandías me salen sin pepas.
Ah, no, un momento, enano; la estaba mirando al revés.
¿Qué habrá sido de los collares de pepas de sandía que hacíamos con mis primas en el campo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario